La adicción a los opiáceos se ha relacionado desde hace muchos años con los conflictos bélicos. En las guerras, con su secuela de heridos y mutilados, se han emplean grandes cantidades de calmantes y sedantes.

 La guerra civil que se desarrolló en Estados Unidos entre 1861 y 1865 fue un conflicto donde se enfrentaron dos modelos socio-económicos: el del Sur, agrícola que se apoyaba en el trajo esclavo, y el del Norte, que apostaba por la industrialización y la libertad de los esclavos. Para muchos historiadores esta guerra marca el comienzo de las guerras modernas. En el conflicto se emplearon por primera vez armas modernas: carabinas de repetición Spencer, ametralladoras Gatling y granadas, entre otras. Estas armas produjeron numerosos muertos y heridos, que desbordaban la capacidad de los hospitales de campaña para atenderlos.

Los calmantes de que se disponía en aquel momento estaban basados en el opio. Se aplicaba el propio opio, el láudano, preparado con opio, vino, azafrán, clavo y canela entre otras sustancias. La invención de la jeringa hipodérmica pocos años antes del comienzo de la guerra contribuyó a que la morfina se utilizara ampliamente durante el conflicto, donde perdieron la vida unas 600,000 personas.

Una vez que acabó miles de heridos se habían convertido en drogadictos, 400,000 según la Enciclopedia Británica.

En la guerra entre Prusia y Austria (l866) y la Franco-Prusiana de (1870-1871), también se utilizó a la morfina como calmante. Las cantidades producidas excedían con mucho las necesidades médicas, ya que se usaba a la morfina para aumentar la “moral de combate”. La secuela de miles de adictos fue desde entonces una constante en las distintas guerras que golpean al mundo hasta el presente. Para soportar los dolores de las heridas y para soportar los horrores del combate primero, para atenuar el estrés postraumático de los veteranos después, las guerras van asociadas a las drogas. Esta asociación no comenzó en la guerra civil de Estados Unidos, pero sí su uso indiscriminado que se extendió luego a la población civil.

El opio y sus derivados como la morfina, luego la heroína y en la actualidad el fentanilo, son drogas con un alto potencial adictivo. La última es un opiáceo sintético, y es considerado el principal responsable de la epidemia de muertes por sobredosis en la actualidad en Estados Unidos. Como se ha comentado recientemente en esta columna (“El negocio de los opiáceos”, 22/02/2018), empresas fabricantes de esta droga están siendo investigadas y demandadas por facilitar su comercio clandestino. Parece ser que un país que ha llevado la guerra a los cuatro confines del planeta, también la ha instalado en su propia sociedad violenta, y como cada guerra tiene su droga, la actual es el fentanilo.

 

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