Placentero resulta observar la imagen acostumbrada: empleados de gasolineras, franela roja en mano, alentando a los automovilistas a pasar a cargar combustibles. Una imagen que desapareció por tres semanas en las que, por el contrario, los empleados se observaban ajetreados, incluso molestos, regulando el abasto, limitado, de gasolinas y diésel a automotores y personas con garrafones.
“El abasto parece haber quedado regularizado en Pachuca y en las principales ciudades de Hidalgo”, reportan representantes de los sectores empresariales que durante esas semanas se vieron seriamente afectados, “Pero bueno, al parecer ya todo terminó; volvemos a la normalidad”, afirmó Jesús Gutiérrez González, presidente de la Unión de Tablajeros de Hidalgo.
Un recorrido por los principales bulevares en la ciudad, como Felipe Ángeles, Colosio, Nuevo Hidalgo; las carreteras de salida a Actopan, a Ciudad Sahagún y Tulancingo, y en las calles de la ciudad, permitió comprobar que el 95 por ciento de los expendios se encuentran en funcionamiento y poco concurridos, como es costumbre.
“Ya no tenemos reportes de afectaciones por desabasto de combustibles”, aseguró a su vez Alán Vera Olivares, presidente de la Cámara Nacional de Rstaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), uno de los sectores más afectados en Pachuca, con pérdidas de entre 10 mil y 15 mil pesos diarios por restaurante.
Da tranquilidad a los pachuqueños el observa que la normalidad es representada por empleados de gasolineras que con franelas llaman a los consumidores a pasar a las máquinas despachadoras a surtirse libremente, sin restricción.
“Fueron días muy pesados, durmiendo en el coche haciendo fila”, recuerda el taxista José Antonio Mendoza, quien recorre la ciudad día y noche y asegura que “sí llega a estar cerrada una gasolinera, pero solo un rato, pero casi todas están abiertas, despachando”.
Fueron las compras de pánico lo que causó el desabasto
El taxista se dice convencido de que las tres semanas con abasto insuficiente de combustibles se agravó “por las compras de pánico que realizaba la gente, pues en Pachuca muchos cargan 50, 100 pesitos diarios, pero de pronto pedían tanque lleno; además, las dos primeras semanas llegaba mucha gente del Estado de México, de la Ciudad de México, a cargar, porque aquí sí se llenaban los tanques”, recuerda.
No concuerda con el señor Mendoza el presidente de la Unión Global de Gasolineros del Estado de Hidalgo, Raúl López Manjarrez, quien acepta que sí hubo compras de pánico pero subraya que los expendedores hicieron grandes esfuerzos por aminorar el impacto que generó el cierre de ductos distribuidores de combustibles.
“Cerraron los ductos cuando no había suficientes pipas para surtir las Terminales de Abastecimiento y Reparto, cuando los gasolineros no teníamos pipas para surtir nuestros expendios”, recordó. Fueron días en que había que traer gasolina de Tula y diésel de Guanajuato y Poza Rica.
A río revuelto…
López Manjarrez hace notar la experiencia vivida, cuando el abasto de combustibles se convirtió en un río revuelto que aprovecharon particulares para hacer negocio con la compa de bidones con gasolina para revender, pese al peligro que representa trajinar combustibles.
Se recuerda además a personas que contrataban su tiempo para formarse en las filas y cargar vehículos, además de un comercio de alimentos y bebidas que encontró en las filas su mercado.
“Pero además se propiciaron los robos de combustible”, recuerda Jesús Gutiérrez, quien recuerda a un camión distribuidor de carne al que le vaciaron el combustible recién cargado. “Ni siquiera abrían los depósitos; cortaban mangueras para vaciar más rápido”.
Una experiencia que, se coincide en señalar, ojalá y no vuelva a repetirse.