Por: Patricia Hernández López
Me permito presentarme. Hace unas semanas fui invitada a escribir una columna para este medio de comunicación y sería mentirosa si dijera que esta oportunidad no me resultó atrayente. Me dijeron que podría tener la libertad de tratar cualquier tema y entonces me di a la tarea de generar de inmediato un listado de cuanto tema apareció por mi mente.
Escribir es una responsabilidad y sobre todo emitir juicios sobre lo que creemos es una verdad personal que puede resultar una mentira para otros, pero, en fin, agradezco está gran oportunidad. Mi columna se llama Magari, que en italiano significa quizás, tal vez; el tema de hoy es: Cómo me gustaría que fuera la escuela en México.
Soy licenciada en Comercio Internacional, pero por elección soy facilitadora de conocimiento o sea docente desde hace más de una década y no se imaginan la cantidad de experiencias y el gran aprendizaje que a lo largo de este tiempo me han regalado mis alumnos.
Pero retornando al punto de partida desde mi regreso a este maravilloso país, vengo sufriendo en casa, a través de mi hija de 12 y mi hijo de 14 años, el tradicionalismo de una escuela que está lejos de afrontar con visión y apertura mental aquellos cambios que con tanto ahínco diferentes instituciones y gurús educativos nos dicen que son imperantes realizar para poder formar a los alumnos ante los cambios que están aconteciendo y la exigencia de la sociedad actual.
Considero medular preguntarnos todos aquellos sujetos involucrados en la educación, si antes de pensar en qué habilidades queremos fomentar o desarrollar en nuestros alumnos, no deberíamos pensar en cómo nos gustaría poder trabajar para poder alcanzar esos objetivos, qué mecanismos y acciones son pertinentes para enamorar a todo estudiante del conocimiento.
Me encantaría que la escuela en México fomentara el aprendizaje por medio de la práctica, la experimentación, darle un toque de frescura y libertad.
Que se eliminaran las clásicas butacas en línea y generar la interacción de los alumnos. Las sillas y las mesas colocadas en círculo y que el docente no permanezca en una parte dónde se siente alejado por una línea divisoria.
En esta escuela, los horarios no existen, el docente informa de su disponibilidad para asesorías y seguimiento de manera personalizad y los contenidos se ofrecen al alumno interconectándolos unos con otros, y los alumnos son siempre animados a investigar y a trabajar conjuntamente en proyectos de investigación fructíferos y relevantes que deben presentar a sus compañeros, de manera que todos ellos acaben siendo una parte activa de su propio aprendizaje.
La educación emocional es parte de esta escuela de ensueño en donde desde el inicio existe la empatía y el respeto a todos sus miembros. Existe un gran respeto por los intereses del estudiante ampliándose los currículos de aprendizaje. Mi escuela de sueño en México es gratuita y accesible a todos, sobre todo para aquellos enamorados del conocimiento y comprometidos con hacer de México un país competitivo.