Dicen por ahí que todo lo que empieza, termina; la vida está llena de ciclos, que terminan por cerrarse tarde o temprano. Y es justamente lo que estoy viviendo, el cerrar un ciclo con mi querido y amado periódico: “Libre por convicción independiente de Hidalgo”, en el cual a lo largo de casi 12 años tuve la oportunidad de platicar con mis lectores, de comentar, de convivir y de recrear todo lo que sucede a nivel local, nacional e internacional realizando analogías con el pasado.

Como buen historiador sé que la Historia se sucede en grandes ciclos que crean y destruyen imperios y naciones, culturas y civilizaciones, ideologías y regímenes. Y cada país, región, líder, gobernante, escritor, científico, líder religioso, etc.

Debe saber cuándo se agota un ciclo y comienza otro, pues aferrarse al pasado, a tradiciones que han dejado de tener sentido en nuevos contextos, a constituciones que nacieron cojas, a ideas que se vuelven caducas o pactos que no responden a las nuevas necesidades de las personas y del mundo es tan vano como querer dirigir las olas, poner puertas al campo o hacer retroceder la corriente impetuosa del gran mar océano.

Finales tristes o felices, finales que ni siquiera se pueden definir, pero finales al fin y al cabo. Finales que no marcan más que nuevos principios.

Llegó la hora de despertar, de despedir a esa historia que se mantendrá en mi memoria y en mi corazón, y embarcarme en nuevas aventuras.

Todo comienza y acaba, incluso la vida. Todo ser vivo nace y muere. Y durante su vida se enfrenta a numerosas etapas de crecimiento y evolución.

Como seres humanos, desde el momento en que somos concebidos y nuestra madre se queda embarazada, comenzamos a crecer. Para poder nacer, unos nueve meses más tarde, el embarazo llegará a su fin.

Abriremos los ojos al mundo como bebés y seguiremos creciendo y evolucionando para llegar a ser niños, de niños a adolescentes, por fin adultos y finalmente nos encontrará la vejez para después pasar a la muerte por que cada inicio de una nueva etapa va ligada al fin de la anterior. Un final es solo otro principio. Nada más… y al mismo tiempo, todo eso.

Es como un libro cuando se cierra, cuando una película se termina, cuando una serie no tiene más temporadas, es momento de conocer nuevas historias y dejar que sean otros personajes los que nos enseñen a soñar y a vivir. Como cualquier final, un final es solo otro principio, una oportunidad de abrirse a lo nuevo, a lo desconocido.

Enfrentarse al final de una historia que nos apasiona nunca es fácil. Ni siquiera resulta fácil cuando hablamos de historias de ficción, donde sus personajes nos han llegado al corazón.

Por lo tanto más difícil es cuando debemos aceptar que la vida es cíclica, y que cada etapa tiene su momento. Que cuando algo llega a su fin, no nos queda otra que aceptar el punto que no tiene continuación y abrirnos a las nuevas oportunidades.

La vida no es una línea recta. No es el trazado fijo de una flecha apuntando a un blanco. Tampoco círculos cerrados que se repiten, según la ley del eterno retorno. La vida se parece más a una espiral, en continuo movimiento, que gradualmente se acerca al eje del Centro del

Ser. Y cuando creemos repetir una y otra vez experiencias agradables o desagradables, fracasos y éxitos, sombras y gozos, siempre es distinto.

No pasamos nunca por el mismo punto, lo mismo que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, como formuló hace ya veinticinco siglos el filósofo griego Heráclito. Podrá ser el mismo cauce, pero no será la misma agua ni nosotros seremos los mismos.

Cada anilla de la espiral sería un ciclo. Los hay cortos y largos, paulatinos y abruptos, voluntarios y obligados. Cada vez que se acerca el fin de un año y comienza otro, nos hacemos propósitos de cambios pequeños o grandes y, si nos va muy bien, nos proponemos hacer todo lo posible para mantenernos en ese oasis temporal de felicidad. Sin embargo, cada año nuevo, cada cambio en la vida así como cada uno de los cumpleaños que celebramos son solo convenciones subjetivas y sociales para marcar el paso del tiempo; pero convenciones arraigadas que tienen poderosos efectos psicológicos y emocionales.

Es importante aprender de los cambios, analizarlos e incluso no cometer los mismos errores pasados -máxima de la historia misma- ahora su amigo “El Tlacuilo” tiene una nueva casa editorial, el diario

Síntesis que ha perdurado durante más de veinte años y que deja demostrado que el tiempo cambia, personajes se retiran y llegan nuevos, pero la constante será siempre dejar demostrado que la información y veracidad son y serán per se.

Y porque “El Tlacuilo” tiene mucho que compartir, escribir, analizar y aprender de ustedes mis queridos lectores es que seguiré vigente y compartiendo, como cada domingo el gusto de saludarnos y leernos. ¡Enhorabuena¡ ¿Tú lo crees?… Yo también.

Por: Arturo Moreno Baños.