Salvador Franco Cravioto

Aunque para el mundo jurídico existen la verdad y la certeza legal, como aquellas que se expresan a través de la interpretación, aplicación y elaboración de las normas jurídicas generales y obligatorias a través de los representantes populares, en realidad en las ciencias sociales y humanidades por su propia naturaleza casi todo en ellas es controvertible, o cuando menos, guarda siempre esa posibilidad, a un grado mucho mayor que en el que ocurre en otras ciencias naturales o exactas.

Por eso encontrar una solución teórica y a la vez que dé resultados para reducir las problemáticas sociales y humanas, es un asunto verdaderamente complejo y a veces, diríamos los escépticos, hasta utópico, lo que no implica que tengamos que conformarnos y no intentemos cambiar algo de la realidad para que esta sea cada día mejor o más justa para todos, pensando que esto fuera posible.

Desde luego que no hay soluciones simplistas a los problemas de un país tan grande y como México, pero quizás algo podemos enunciar -sin ir a profundidad- que bien podrían ser temas de análisis y que podrían ayudar a mejorar en algo la situación nacional en el mediano y largo plazo.

Como en ningún país del mundo, ni siquiera en los más ricos y prósperos, hay dinero que alcance para todo, el primer paso sería una reforma fiscal que asegure una mayor recaudación, siempre bajo el principio constitucionales de proporcionalidad, pero además, de solidaridad. Una reforma fiscal basada en una reingeniería cabal de las finanzas públicas y del ejercicio y destino del presupuesto del Estado. Nada fácil, pero sería un primer paso.

Paralelamente, para mejorar la confianza del contribuyente, con la seguridad de que sus impuestos trabajan para él, para su familia y para la sociedad en la que vive, trabajar permanentemente en educación y conciencia, tanto de servidores públicos como de población en general, por medio más de capacitación y sensibilización con base en una formación cívica y ética integral, que de impecables normas jurídicas o de enredados procedimientos tecnocráticos, que poco han hecho para disminuir la corrupción y generar una mejor percepción de la ciudadanía con respecto al buen ejercicio del gasto público.

Si bien la desregulación es un tema controvertido, pues somos históricamente un país más de formas y apariencias que de fondos y realidades, lo cierto es que un sistema político y social basado en la confianza y sustentado en el binomio civilizatorio educación – conciencia -que podría parecer utópico en México-, funciona bien desde hace décadas en algunos países de vanguardia en el mundo, que son mucho más pragmáticos, además de que contribuye al adelgazamiento del Estado y de procedimientos burocráticos, siempre que esto se justifique en beneficio del ciudadano común y de las finanzas públicas, que operan con dinero del pueblo.

Suena difícil aplicar algo así para nuestro país, pero por algo empezaron aquellos que ya lo lograron, y ellos no tienen nada -salvo quizás más años de experiencia en el proceso democrático y civilizatorio- que nosotros no tengamos o podamos algún día alcanzar.

Las opiniones vertidas en ejercicio de mi libertad de expresión son siempre a título personal. Por un mundo de paz y de respeto hacia toda persona, bienvenido el debate de ideas. ¡Que viva la diversidad y todo aquello que nos hace únicos!