Que el presidente estadunidense Joe Biden se siente de manera plena en la Casa Blanca no le está resultando una tarea sencilla, con problemas que seguramente estaban presentes en su hoja de ruta pero que al aparecer, le traen resistencia por parte de sus opositores, como es el tema de los niños migrantes que llegan al país del norte en cifras altas.

Se sabía que la migración era un asunto central en el actual gobierno estadunidense. Ninguna de las pasadas administraciones lo ha podido evitar porque sus causas siguen presentes y sin arreglo. La pandemia de Covid-19 ha agravado la situación y trae la vertiente de los niños, sobre todo los que viajan solos.

Los datos más recientes oficiales señalan que 18 mil 800 infantes sin compañía llegaron a Estados Unidos en marzo, una cifra que superó el anterior récord de 11 mil correspondiente a mayo de 2019, otro año de alto flujo de migrantes y que solo pudo ser detenido por el cierre de fronteras y en general de la movilidad, por la pandemia a lo largo de 2020.

Los niños sin compañía crecen rápido en número. Los 18 mil 800 de marzo son el doble de los de febrero pasado y nos hablan de varios factores. La rápida propagación de la política menos severa de Biden en relación a su antecesor Donald Trump es uno de ellos, lo cual es aprovechado no solo por las familias sino también por los traficantes, que venden la esperanza de que al menos los menores de edad alcancen un futuro mejor.

Pero la repercusión de ese nuevo enfoque ha traído el enojo del opositor Partido Republicano para atacar al mandatario y cuestionarlo, con el positivo eco en la sociedad estadunidense que sigue con el tema de la discriminación a flor de piel.

En semanas pasadas lo que se vio fueron ataques a personas de raza asiática, un grupo de la sociedad estadunidense que ha crecido gracias a la migración. En tanto, nuevos episodios de violencia policial contra afrodescendientes mantienen viva la ira racial y ponen a prueba la gestión Biden aunque sean condados y estados los que primero deban responder.

A lo anterior se suman los tiroteos cotidianos en ciudades estadunidenses con la vista colocada en el control de armas, otro tema sensible en la sociedad estadunidense. Suena muy racional que se busque prohibir la compra y posesión de rifles de asalto por particulares, pero estos siempre invocan su derecho a la defensa para negarse a toda restricción en esa materia.

Esta descripción quiso ser un simple panorama de los equilibrios que Biden debe sopesar antes de hacer cualquier movimiento, pues Trump y la corriente social que lo apoya, aprovecha cualquier resquicio para atacarlo.

Algo que suena delicado aunque no ha habido mayores revelaciones, es el anuncio de la salida de quien fue llamada la “zarina de la frontera”, Roberta Jacobson, ex embajadora estadunidense en México, que estaba encargada precisamente del tema migratorio y otros sensibles con México y los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y Nicaragua).

La salida, se explicó, estaba prevista pues desde el principio se sabía que solo duraría 100 días, un laso incomprensible pues no resulta posible que se creyera que en ese tiempo tan breve su pudiera llegar a soluciones.

Por el contrario, la designación de la vicepresidenta Kamala Harris para encargarse de los mismos temas, podría suponer la importancia que les da Biden, pero también desacuerdos internos que, en estas incipientes alturas de la presidencia, son comprensibles y pueden pasar como ajustes lógicos de todo inicio.

Mientras el drama de los niños sigue al menos ya no son separados de sus padres, pero quienes llegan solos son transferidos a celdas de la Patrulla Fronteriza mientras el departamento de Salud los recibe y los asigna a una familia de acogida que estará con ellos mientras un juez se encarga de su caso ¿y luego?.

Que el gobierno mexicano ya haya señalado que se buscará proteger a los niños que cruzan México no alienta. Los migrantes y sus guías son especialistas en evadir a las autoridades, que por su parte no han mejorado su imagen de violencia y corrupción. La pregunta es si existe la infraestructura necesaria para recibirlos y atenderlos.

Mientras la otra noticia es que tanto México como los países de donde proceden aumentarán sus efectivos de seguridad para evitar que viajen, una repetición de lo sucedido en la era Trump y que solo por la pandemia funcionó.

Mientras también, las mafias de traficantes siguen su negocio, igual que siguen su negocio las élites centroamericanas de poder más ocupadas en conservar sus privilegios que en ver por su población.

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