Martha Canseco González

He de confesar que tengo años sin leer diarios mexicanos, hay que tener estómago, veo las noticias en algunas plataformas y sitios que mejor me acomodan con un periodismo más veraz, sin sesgos, notas bien presentadas y con nuevas narrativas cortas, ágiles e interactivas.

El viernes pasado leí en The New York Times lo que escribió la periodista Erin Griffith sobre el caso de Elizabeth Holmes, que tiene una carga de género impresionante.

Lo resumo, esta joven mujer a los 19 años desertó de la Universidad de Stanford y creó una de esas empresas llamadas emergentes de Silicon Valley dedicada al análisis de sangre. El objetivo vender centenas de máquinas para hacer exámenes sanguíneos exprés en farmacias e incluso en los hogares, sin necesidad de llevar las muestras a un laboratorio.

Su empresa Theranos fue valorada en 9 mil millones de dólares, antes de tenerla que cerrar hace 4 años por las acusaciones de fraude a gran escala. Esta misma semana inicia el juicio contra ella en San José, California.

Holmes, actualmente de 37 años de edad, fue en su momento comparada con Steve Jobs, incluso su vestuario preferido rememora los icónicos suéteres negros de cuello alto del fundador de Apple, ella ahora podría enfrentar 20 años de cárcel.

La acusación es que la joven y su socio mintieron al asegurar a sus inversores que sus máquinas de análisis de sangre podrían realizar rápidamente pruebas clínicas complejas con una gota de sangre obtenida del dedo, cuando realmente son muy limitadas, defraudaron así a sus socios, clientes y pacientes.

Dice Erin Griffith que el caso de Holmes se ha presentado como una parábola de la cultura fanfarrona de Silicon Valley, de “fingir hasta lograrlo” que ha permitido que florezcan tramposos y estafadores poco éticos en el conocido lugar.

La diferencia está en que ellos no han sido juzgados y Holmes es la primera persona en ser llevada a la corte por exagerar ganancias e innovaciones tecnológicas inexistentes y podría pasar muchos años en la cárcel. Aquí es donde yo veo el sesgo de género.

La “justicia” patriarcal se ceba con las mujeres, con ellos se comporta como tío consentidor, aunque mientan, hagan trampa, cometan crímenes, maten o asesinen.

Las mujeres tenemos que ser muy conscientes de que, en los juegos patriarcales de poder, desde los más sencillos hasta los más complejos no tenemos el piso parejo ni las mismas ventajas que ellos. Muchas mujeres creen estar compitiendo en igualdad de circunstancias, pero es así de sencillo, mientras le sirvan al poder patriarcal para lo que sea, les harán creer que han entrado al club VIP patriarcal, pero cuando dejen de servirle, serán echadas con una patada.

A mí me resulta tan evidente este engaño, como muestra un botón. En marzo pasado el Congreso de Hidalgo aprobó la Ley Olimpia. Hace unas semanas ingresó al CERESO de Pachuca, el primer hombre acusado de este crimen.

La semana pasada huyó por la puerta grande como si nada, no hubo quién lo detuviera. Me queda claro, realmente para el sistema patriarcal, él no cometió ningún delito, somos nosotras que exageramos.

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