En el año que termina el balance de la acción a favor de mejores condiciones para la mujer tendrá el peso negativo del retroceso que se vive en Afganistán, donde los avances que se habían alcanzado prácticamente se han perdido con el regreso al poder del movimiento islámico fundamentalista del Talibán el pasado agosto.

En otras partes del mundo esa acción de equidad avanza, aunque no a una velocidad relámpago, sin embargo, avanza. Al menos una mujer ganó una presidencia, la que correspondió a Xiomara Castro en Honduras, y muy cerca como vicepresidente relecta se encuentra Rosario Murillo en Nicaragua. pero cuestionada con amplitud no solo por su posición de poder tras el trono, sino por ser parte de un gobierno que viola los postulados con que se desplazó al dictador Anastasio Somoza, al grado de ser hoy indistinguibles uno del otro.

En Europa se ha ido Angela Merkel, una mujer que supo dirigir a Alemania en medio de fuertes crisis, entre ellas la de migrantes y la de Covid-19, en las cuales tomó medidas como abrir las puertas a los migrantes o aplicar confinamientos sanitarios, lo que si bien le restó votos, habla de que un político muchas veces tiene que renunciar a la popularidad si quiere cumplir su trabajo.

En Estados Unidos la vicepresidenta Kamala Harris no acaba de cumplir las expectativas con que llegó a la Casa Blanca junto con Joe Biden. Es cierto que la ola conservadora ha resultado más poderosa de lo que se pensaba, pero también es cierto que ante ese conservadurismo ella no ha tenido el crecimiento que se necesita.

Pero anotemos que este breve recuento está “contaminado” por suponer que la mujer mejora su posición por alcanzar puestos políticos. Igual si las posiciones a las que se llega son de una gran empresa, pero si bien que una mujer sea electa o designada para un cargo político, financiero o empresarial muestra apertura o tolerancia del mundo dominante -que no solo está integrado por hombres, sino también por otras mujeres- la verdad es que la condición de la mujer como grupo social no mejora porque una o varias lleguen a sitios de mando, dirección y poder.

Lo anterior cuesta trabajo de que sea entendido, y lo frecuente es que se presuma que en un país se ha logrado la igualdad o se avanza hacia ella, cuando una mujer toma el control de un gobierno, un ministerio o una gran empresa.

Qué mejor ejemplo que la situación de la mujer en Afganistán. Tras la salida del gobierno del Talibán a fines de 2001 expulsado por una coalición internacional encabezada por Estados Unidos, que pretendía así cobrarse los atentados en su territorio en septiembre de ese mismo año, aunque difícilmente puede hablarse de que se instauró un nuevo y estable régimen, la situación de la mujer logró cambiar.

Para resumirlo en pocas palabras, se occidentalizó, es decir, pudo trabajar, ir a la escuela, comenzar a desarrollar sus potencialidades como ser humano.

Usualmente se atribuye a la religión islámica el papel de subordinación que vive la mujer es los países con esa religión. Esto es parcialmente cierto, ya que se olvida que el Islam muestra un abanico de posibilidad donde muchos países contrastan con su trato hacia la mujer.

En rigor habría que hacer un rastreo cultural para encontrar que antes del Profeta ya existían sociedades que subordinaban a las mujeres, lo que permitió que versiones islámicas tradicionalistas y hasta fundamentalistas, se insertaran en el tejido social de los países que abrazaron al Islam.

Hoy en Afganistán el retroceso es palpable y el único que pierde es el país mismo. La mujer que laboraba lo mismo en el aparato de gobierno que en el sistema educativo, ha sido obligada al retiro, sin que sea claro cuando regresará. Pero los sitios donde se protegía a mujeres, muchas niñas, de la violencia de género, han comenzado a desaparecer y en el corto plazo esa violencia amenaza con regresar, de acuerdo a una investigación de Amnistía Internacional.

Con dramatismo, una niña de 15 años afirmó a la BBC que ella vive el cierre de su escuela como si le hubieran impuesto la pena de muerte. Y si bien es cierto que el gobierno Talibán emitió el pasado septiembre un decreto donde se pronuncia contra el matrimonio forzado, se sospecha que haya sido solo una declaración para mejorar su imagen.

Afganistán ha dado este año la nota de retroceso en las condiciones de igualdad de la mujer, que en tanto grupo mejora con lentitud su condición a nivel mundial, aunque algunas de ellas ocupen grandes cargos.

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