Teresa Mollá Castells
En demasiadas ocasiones en los medios de comunicación escucho a los hombres condenar los asesinatos machistas con mucha contundencia. Y me alegro cada vez que los escucho. Suelen ser políticos cuando asesinan a alguna de sus convecinas o alguno que otro presentador de informativos que, cuando da la noticia del asesinato de una mujer o la violación grupal de mujeres, se le nota la rabia e, incluso en algunos momentos, la deja ir llegando a ser “políticamente incorrecto” en los calificativos que dedica al agresor o al asesino. No voy a negar que me alegra.
Pero salvo honrosas excepciones, ¿Dónde están los hombres?, ¿Dónde sus denuncias de estos asesinatos, violaciones etc.?, ¿Dónde están sus voces de condena contundente ante chistes machistas, imágenes que denigran o cosifican a las mujeres? No, no están, salvo, insisto, honrosas excepciones.
Y no están, porque significaría renunciar a sus privilegios y eso no nos gusta a nadie.
Significaría, además, romper con las complicidades tejidas con otros hombres con los que compartir privilegios y salirse de un sistema que se sostiene gracias a esos privilegios y al sostén y protección que entre ellos se procuran.
Y lo vemos claramente en la aplicación de leyes sobre delitos cometidos contra la integridad física o emocional de las mujeres cuando siempre hay alguien que cuestiona las voces femeninas para favorecer las masculinas.
Lo vemos también en la difusión de ese mismo tipo de noticias y en cómo las mujeres, incluso con las que tienen responsabilidades públicas, en algún momento son calificadas en base a sus atuendos y no a sus buenas o malas praxis. Y eso nunca ocurre con los hombres.
También lo vemos en más manifestaciones y declaraciones contra el sistema prostitucional en donde las voces de los hombres, prácticamente en su conjunto, desaparecen. No conozco ni a un solo hombre que reconozca haber consumido mujeres y, sin embargo, el Estado Español es el mayor consumidor de mujeres de toda Europa y el tercero del mundo.
Las complicidades masculinas en este tema en concreto son, al menos para mí, alarmantes.
La hipocresía de la negación del consumo de mujeres esclavas sexuales de los proxenetas, junto con el disfrute de sus privilegios de uso y disfrute propio sin importar para nada ni el deseo ni el gozo de las mujeres prostituidas, es el máximo exponente de esos privilegios que antes mencionaba.
Y esos privilegios cuentan con demasiadas complicidades, incluso femeninas como para permitir que se acabe el hecho de poder consumir mujeres esclavas al gusto. Esas complicidades están en todas partes. En la política, en la economía, en los medios de comunicación, en los centros de trabajo, insisto, en todas partes, por eso es tan difícil conseguir la abolición del sistema prostitucional.
Un ejemplo, el pasado 28 de mayo se convocó una gran manifestación por la aprobación de la ley por la abolición del sistema prostitucional y la televisión pública estatal dedicó apenas treinta y siete segundos a informar. Al contrario, ocurrió con la final de la Champions League masculina que, literalmente, se “comió” prácticamente todo el informativo del mediodía.
Otro ejemplo, el exlíder de Podemos, esa formación chupiguay que pretende aprobar una ley que nos borre a las mujeres como sujetos políticos específicos, borrando incluso la propia palabra “mujer”, si, ese exlíder reconvertido en tertuliano y comunicador de máximo nivel, se permitió descalificar con una foto previa a la manifestación feminista, la propia manifestación feminista. Sí, así pretenden que las mujeres les votemos en las próximas elecciones. Lo tienen muy claro, al menos con mi voto…
Como podemos ver, el mantenimiento de los privilegios masculinos no entiende de clases sociales ni de lógicas políticas. Los defienden siempre y a capa y espada. Sean de donde sean.
También y afortunadamente, las feministas seguimos sumando voces y fuerzas al movimiento que ellos pretenden ningunear, desprestigiar y eliminar si fuera posible. Pero lo tienen bastante crudo, bastante crudo, porque la lucha feminista, al ser universalista y solidaria va mucho más allá de los deseos individuales e insolidarios. Esa es nuestra fuerza.
Viva ahora y siempre la fuerza del movimiento feminista. Por que fueron somos, y porque somos serán. Siempre!!!