“La viruela símica no es tan contagiosa como algunas otras infecciones porque requiere el contacto directo con alguien que tenga viruela símica (por ejemplo, cara con cara, piel con piel, boca con piel o boca con boca), con un entorno contaminado o con un animal infectado para propagarse”. Así se refiere la página oficial de la Organización Mundial de la Salud sobre el riesgo de una propagación mayor de esta enfermedad.
El pasado 23 de julio, el director de la OMS, Dr. Tedros Adhanom, determinó que el brote de viruela símica en varios países constituye una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII).
En México se contabilizan actualmente 91 casos confirmados de la enfermedad, principalmente de personas con antecedentes de viaje al extranjero, específicamente de Europa. También se hace notorio el dato de que la mayoría pertenecen al sexo masculino.
Ante la sospecha del primer caso de este tipo en Hidalgo, las autoridades sanitarias han tomado las medidas necesarias para aislar al posible portador, así como a las personas con las que tuvo contacto. El período de incubación de la enfermedad es de 5 a 21 días y se provoca por contacto directo.
Aún tenemos la presencia de Covid-19, aunque en la conferencia matutina del pasado 2 de agosto, el Dr. Hugo López-Gatell, Subsecretario de Salud, anunció una disminución en los casos, reafirmó: “Tengamos, sin embargo, cautela, lo quiero dejar absolutamente claro para que nadie se llame a sorpresas. Nada garantiza que esta tendencia se mantenga, excepto el comportamiento poblacional. Que quede muy claro: esto no es una garantía de que se acabó la epidemia”.
De igual forma se mantiene la vigilancia y atención sobre la Hepatitis Aguda Grave en los niños menores de 16 años. Recordamos algunos de los síntomas como: coloración amarilla de la piel, ojos amarillos, dolor abdominal, diarrea o vómito, orina oscura y materia fecal de color claro.
Sin duda, nos encontramos ante un panorama donde el cuidado de la salud aparece como prioritario. Muy lejos han quedado los tiempos cuando tomábamos agua de la llave y no pasaba nada, jugábamos en la tierra o el lodo y con lavarnos quedábamos como nuevos, abrazábamos a cualquier animalito que se nos atravesara y lo más que te podía pasar era que te picara una pulga.
¿Cómo ha llegado la humanidad a estos límites de fragilidad en la salud pública? En mi humilde opinión, la alimentación ha bajado mucho de calidad, al igual que los hábitos de ejercicio. Consumir toda clase de comida rápida o chatarra como pizzas, hamburguesas, hot dogs y tacos junto con el refresco de nuestra preferencia resulta más fácil que saborear un delicioso guiso casero, con el cariño y esmero de las mamás.
Con el desarrollo de los medios de transporte y comunicación preferimos subirnos al coche para ir a la tienda a unas cuadras de distancia, en vez de caminar. Con los teléfonos celulares le hacemos una llamada al vecino de enfrente, en vez de salir y caminar a su domicilio.
El consumo excesivo de azúcares y carbohidratos aunado con la falta de ejercicio físico nos están conduciendo a un panorama muy tecnológico, muy conectado, muy dinámico en el asunto de la comunicación a distancia pero, a su vez, a más horas frente a las pantallas de celulares, tabletas y computadoras, consumiendo lo que está a la mano para no perder detalle de la webinar, chat o videojuego en el que estemos ocupados.
Hay muchos factores interconectados que influyen en la salud y la calidad de vida contemporánea. Todos pueden ser benéficos y perjudiciales para lograr un equilibrio que apunte al progreso, no a la decadencia.
¿Qué piensan, amables lectores?
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