Entre la serie de cambios que se están dando al final del primer cuarto del siglo XXI, destaca el rearme de Europa, una noticia nada agradable cuando se destinarán recursos que podrían ayudar a cubrir necesidades importantes en muchas áreas del planeta.
En la guerra de aranceles que ya se vive, el rearme europeo agrega una nota de peligro, porque nada garantiza que de esa guerra arancelaria, se pase a una de balas, cañones y bombardeos.

Pero, por lo pronto, que específicamente la Unión Europea transite de nuevo por el camino de las armas, podría derruir tres mitos: el primero la protección de Estados Unidos a sus aliados, en primera línea los europeos.

Luego el papel que la industria armamentista desempeña hasta ahora como motor económico y, uno que debe ponernos a pensar a todos: que Alemania parece encabezar esta nueva etapa de armas.

No en este segundo gobierno de Donald Trump, sino desde el primero, la exigencia ha sido que las naciones que conforman la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), dediquen el cinco por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) a gastos de Defensa.

A la fecha 23 países de los 32 miembros de esa alianza destinan el dos por ciento de su PIB al rubro militar, por lo que atender a las exigencias del actual inquilino de la Casa Blanca parece demasiado.

Sin embargo los miembros europeos de esa organización comenzaron a hacer el esfuerzo, y tienen la meta de crecer ese presupuesto en 800 mil millones de euros.

Es importante advertir que el crecimiento de estos recursos no solo son una exigencia de Washington, sino que otro muy fuerte impulso viene de Rusia, y no de su invasión a Ucrania, sino de antes, de 2014, cuando Moscú se anexó la península de Crimea.

La situación es clara: Rusia hace tiempo que decidió detener la aproximación de la Unión Europea y la OTAN a sus fronteras, a través de afiliar a países que antes pertenecieron a la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (URSS), o que estaban en su órbita de influencia.
Más que solo recuperar influencia o fortalecer una zona de amortiguamiento con Occidente, una forma de entender la geopolítica propia de la Guerra Fría, Rusia desea expandirse de nueva cuenta, aunque no parece tener las capacidades de China, pero de todas formas el mundo occidental en realidad se enfrenta a dos jugadores que le son opuestos.

Y en la protección ante ese par de expansiones, Estados Unidos no está dispuesto a participar, no al menos bajo el gobierno de Trump.

Por lo pronto Alemania ya ha tomado la estafeta para encabezar el rearme, y a mediados del pasado mes de marzo, el Parlamento de ese país, liberalizó las medidas para hacer crecer el gasto militar.

Se trata de una medida histórica si consideramos que el gasto militar alemán estaba frenado sobre todo por los hechos de la I y II guerras mundiales, donde Alemania tuvo un papel protagónico.

En Europa, o para ser precisos, en las naciones de la Unión Europea, el militarismo no es una forma de ver la realidad solo en Alemania. Se encuentra también en esaa perspectiva Italia o España, y en este momento podría conectarse con el ascenso de la ultraderecha que, por ejemplo, en Alemania no llegó al poder pero poco le faltó.

Se trata en consecuencia de algo más que aumentar el gasto en armas, pues existe el riesgo de que bajo el argumento de defenderse de amenazas externas, resurjan tendencias que ya mostraron su poder destructivo mundial.
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