Por: Abraham Chinchillas

Por fin y tras varias semanas de retraso, les dejo la segunda parte de la charla que sostuvimos Ricardo Stern (RS), Rogelio Perusquía (RP) y quien esto escribe (ACh) durante la presentación de la novela “Hablan despiertos”, de Ricardo, en la FUL 37 en los postreros días de agosto.

ACh: En estas charlas que tiene de pronto el escritor con sus personajes, estos como desvaríos que va teniendo a lo largo de la historia, creo que hay como un estudio de la filosofía de la frustración. Durante una gran parte de la historia se percibe una gran frustración en el personaje principal, que lo va haciendo moverse sin que el logre, ni siquiera, ser un buen “frustrado”; se queda siempre en la medianía.

RP: Incluso esto es un toque genial de la novela, no es un espoiler ni nada, le va a interesar a los lectores, como dice ACh, deja todo a medias… que hasta se suicida mal.

ACh: Ni siquiera logra suicidarse…

RS: Exacto, llega un momento en que como todo le sale mal que ya lo único que le queda es suicidarse y también le sale mal. Pero a partir de ahí, el personaje empieza a reaccionar y le mejora un poco la cosa.

RP: Lo bueno es que Ricardo dice que no es una novela muy problemática…

ACh: Hay un elemento técnico que me llama la atención, inicialmente como escritor, pero también como lector y el cual es que la historia trata de un escritor que está tratando de escribir una novela y de pronto estás leyendo fragmentos de esa novela, te pierdes en ellos, de pronto crees que es la novela en sí, pero es la novela dentro de la novela y luego hay un conjunto de cartas; es decir, hay muchas voces, que interactúan, pero que suenan distintas: ¿Qué tan difícil fue lograr esa polifonía?

RS: Pues tan difícil que esa sección de las cartas es la que más problemas me ha dado, y se acuerdan que hace rato les dije que la novela tuvo unos ajustes casi de última hora, pues esa fue una de las secciones que cambió. ¿De qué cartas estamos hablando? Pues esas cartas son parte de la novela dentro de la novela. El personaje malo, que se llama Claudio, que significa “lisiado” y el personaje está un poco lisiado, él decide volverse malo después de hacer muchos intentos de encontrar una pareja y que todo le sale mal, entonces se me ocurrió hacer esta sección para justificar ese cambio tan abrupto; son cartas que Claudio le escribe a todas esas mujeres; también por eso no ligaba porque anda escribiendo cartas, como si estuviera en el siglo XIX…

RP: Esta es una parte muy interesante del personaje porque, digamos, deja constancia de ser buena persona, en estas cartas también leemos un abandono de sí a la locura, es un mapa del alma del personaje…

RS: La idea es que sean progresivas y cada vez se va notando más su desesperación. Además lo “ghosteaban”, ni le contestaban las cartas o le daban respuestas escuetas y eso iba aumentando su frustración. Recuerden que no estamos hablando del protagonista de la novela, del escritor Andrés, sino del personaje de su novela Claudio. Y entonces va aumentando el tono. La parte que cambió fue la extensión de esta sección, creo que hacía que el lector acabara un poco harto de leer las cartas…

ACh: Pero lo que yo siento en esa sección, que está hacia el final de la novela, es que contagias al lector de la desesperación del personaje.

RS: Exacto, eso es lo que yo quería, en ese sentido creo que salió bien, pero tampoco se trata que estés sufriendo cuando lees: “¡Ay, otra carta de este cuate!”. Casi, casi, faltó que el libro trajera un “rascahuele” para que huelas el perfume de la carta, porque le ponían su perfume a cada carta. Estaría bien ese recurso técnico (ríe). Además de las cartas, también se redujeron unos discursos religiosos un poco largos del escritor Andrés, que por razones de la desesperación, intentan por el lado místico y en algún momento visita a un amigo en un monasterio y ahí se escuchan muchos discursos.

RP: De hecho Ricardo, a través de los personajes, se da la licencia de establecer un diálogo teológico entre el personaje y el encargado de un convento, son como tres o cuatro páginas que recomiendo ampliamente. Entre estos espacios Ricardo, que entre tantos oficios también es teólogo, crea diálogos entre los personajes para tocar algunos puntos muy importantes: “Sólo de noche y cuando llueve más, es más fácil deshacerse de los muertos de día, pero de día, yo soy el muerto.”

ACh: Esta es la parte que a mí me parece más filosófica, en la búsqueda del sentido de la vida. De cómo el pasado le permite, al personaje principal, por lo menos la introspección con el amigo del monasterio. Ahora que hablabas acerca de las condiciones en que escribiste la novela, es decir, es una novela sobre un escritor que está tratando de escribir una novela porque el que está escribiendo la novela tiene que cambiar la novela… ¡Eso es metaverso! ¡Hace once años! ¡Es metaliteratura!

RS: Soy un adelantado a mis tiempos (risas). Acuérdate que Cervantes también tiene metaliteratura: el Quijote habla del libro del Quijote. Incluso hay otra parte donde mencionan otra novela mía…

RP: ¿En el Quijote? No lo había notado, maestro (risas generalizadas).

RS: No, no. Aquí. Eso ya sería muy extraño: Cervantes me menciona, de pasadita, pero nadie se ha dado cuenta (risas). Estoy viejo, pero tampoco tanto. Pero eso de la metaliteratura si pasa en mi novela porque el escritor tiene un antiguo maestro, con quien a veces dialoga y le va mandando las partes que está escribiendo. Entonces en algún momento están discutiendo estos dos personajes y se menciona una novela mía anterior a esta, la de 2012… pero hablan mal de ella. Dicen: “No, es muy pretencioso ese autor, a mí no me gustó”. Hasta eso, lo dice el autor que es pretencioso, para que no sepas exactamente quien es el pretencioso, si lo soy yo o el personaje.

RP: Otros pasajes de la novela que son solamente, digamos, viñetas: “Puede el llanto tener ideas amarillas. Componer estrofas bien medidas y amarillas. Tomar un libro o un limón y esperar a que se hagan amarillas. (…) el pasado, que no es otra cosa sino sucesos ya puros, actos despojados de las vicisitudes de lo incierto, lo efímero y lo sujeto a la insípida regla de la prisa. Se comprenderá, pues, por qué estimaba yo ese reloj destartalado como mi mayor tesoro.”

ACh: Esta novela es muy exigente con el lector. No puedes distraerte o te pierdes, precisamente por los vericuetos de pensamiento, de introspección. ¿Esa era la intención?
RS: Sí. De pronto me sale el estilo, digamos, barroco, muy recargado, muy ornamentado. De las cinco novelas, dos tienen ese estilo barroco, muy lírico; las otras son más tranquilitas, con narraciones más convencionales. Esto fue escrito es un estado de ánimo muy abigarrado y por eso también la novela lo refleja. Es a propósito. Creo que busca, como dices, que el lector se desespere, se meta en esa situación y en ese estado de ánimo en que está el propio personaje.

Paso cebra
Demuestro nuevamente, mi falta de pericia para hacer cálculos. Lo que pensé que serían dos partes de esta Charla, debe convertirse en tres, para disfrutar plenamente y sin apuros, las reflexiones que estos tres seres dominados por el poder místico de la literatura hicimos sobre “Hablan despiertos”. Con seguridad, terminaremos la próxima semana con “otra segunda parte” (designarla como “tercera” evidenciaría mi torpeza) de esta deliciosa charla. Hasta entonces.