El proteccionismo de Trump y su política de amagos está haciendo posible que posturas irreconciliables puedan encontrarse: sucedió con el abrazo afable entre el mandatario de China, Xi Jinping, con el anfitrión de la Cumbre del G20, el primer ministro Shinzo Abe.

Jinping se comprometió a visitar Japón en la próxima primavera “para devolver el gesto de la visita de Abe” en octubre pasado, pero también para respaldar un enorme cúmulo de acuerdos binacionales de gran calado.

Igual de trascendental que el líder ruso, Vladimir Putin, se haya encontrado en Osaka con su homólogo japonés a fin de alcanzar un acuerdo de paz entre ambas naciones y quitarle hierro a los problemas diplomáticos por el estatus de las islas Kuriles.

Hay una parte de la geopolítica obrando a favor de reducir la concentración de tensiones que la visión unilateral y egoísta de Estados Unidos ha propagado en los últimos meses ante su amenaza de romper con los consensos globales y peor todavía con el estatus quo de los organismos internacionales que contribuyó a crear al final de la Segunda Guerra Mundial.

Otro hecho relevante resultado de la pasada reunión del G20 tiene que ver con el posicionamiento trilateral de Putin, Jinping y de Narendra Modi, primer ministro de India, a favor de una reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Es relevante porque, desde el año pasado, Trump viene presionando por reformar al organismo eje del comercio global, a dicha propuesta se sumó Francia pero se habían sostenido reticentes China y Rusia mientras que India mantenía su silencio. Pues bien, finalmente los tres mandatarios se han pronunciado a favor.

Otra buena noticia tiene que ver con la reacción de la Unión Europea (UE) igualmente significativa porque intenta no ahogarse ante todas las presiones internas y externas.

En el marco de Osaka ha quedado clara su postura común: los países miembros del Mercosur y las autoridades de la UE (en compañía de los representantes de varias potencias europeas) han acordado poner en marcha el acuerdo de comercio entre el Mercosur y la UE.

Han pasado más de dos décadas de negociaciones entre los países de América del Sur y las autoridades de la UE, después de muchos escollos, han decidido demostrarle a Trump que creen en el multilateralismo y el libre comercio dando una oportunidad al comercio del otro lado del Atlántico con los países del cono sur.

Lo han celebrado por todo lo alto, ha sido algo histórico, se trata de la creación de un mercado de bienes y servicios de 800 millones de consumidores que engloba una cuarta parte del PIB mundial.

Mientras el mandatario estadounidense da un paso atrás, la UE y el resto del mundo lo dan hacia adelante… quedarán eliminados los aranceles para el 93% de las exportaciones del Mercosur.

A COLACIÓN

Desde 2016 se arreciaron las pláticas entre los dignatarios del Mercosur y la UE con la finalidad de destrabar las negociaciones en aras de lograr un acuerdo comercial.

Ha sido un proceso larguísimo, dos décadas, intentando entenderse con los socios del Mercosur formado por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela.

Aunque Venezuela es miembro del Mercosur no está participando directamente en las negociaciones con la UE, figura como observador, una situación muy compleja porque uno de los miembros de peso del club sudamericano se mantiene reticente atrapado por su propia vorágine política con el sátrapa de Nicolás Maduro.

Las economías sudamericanas con todo y sus múltiples problemas tienen un potencial mercado de clase media que desata el apetito voraz de los productores industriales europeos; se habla del 80% del PIB de la región y de 250 millones de consumidores que sumados a los 500 de la UE significarían 750 millones de potenciales consumidores. ¡Enhorabuena!

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales

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