De gira por Oaxaca tras haber concluido la veda electoral, el titular del ejecutivo federal se acordó de que cuando un candidato gana debe gobernar para todos y no nada más para los militantes del partido político que lo llevó a obtener el triunfo en las urnas.

No se sabe a ciencia cierta qué fue lo que provocó que recuperara la memoria, si los inminentes peritajes de la Línea 12 del Metro, el descalabro que sufrió su partido Morena en la Ciudad de México y el Estado de México a manos de la clase media “aspiracionista”; sus apuntes de lo que debió haber realizado a partir de 1° de diciembre de 2018 o de plano volteó a ver el espejo retrovisor de la suburban negra en la que se transporta y pudo leer claramente cuál es la función de un jefe de Estado y de gobierno como él, una vez que resulta electo.

Tan buena fue la ayuda de memoria que enfatizó que hay que superar las diferencias y que los partidos (gobiernos emanados de los partidos) deben atender a todos una vez que lleguen al poder, no hacerlo es faccioso. Agregó que en democracia puede haber diferencias pero una vez que ya se construye el gobierno se tiene que atender a todos, no es que “a ver tú no estás conmigo, tú no votaste por mí, tú no vas a recibir nada, eso ya se acabó”. Puntualizó que el presupuesto no es de un partido político sino de todo el pueblo y que en su gobierno ya se acabaron las prácticas de solo favorecer a unos cuantos.

Será que superadas las restricciones para seguir haciendo campaña lo traicionó su subconsciente y en un arranque de sinceridad se transportó casi 3 años atrás y recordó como debió haber hecho las cosas desde un principio en lugar de hacer todo lo contrario y dividir al país entre pobres y ricos, corruptos e impolutos, fifís y chairos, liberales y conservadores, y la más reciente pobres y “aspiracionistas”, con las consecuencias que muchos sabemos.

Conociendo su forma de actuar, como un auténtico “animal político” que es, me queda claro que este nuevo discurso se lo va a endilgar a los candidatos de otros partidos que triunfaron el 2 de junio para irlos acotando y en caso necesario arrinconarlos y neutralizarlos de cara a las elecciones de 2024, cuando se elegirá al nuevo presidente de la República.

De paso confirma que no estaría pensando como estadista que busca el bienestar de todos los mexicanos, sino como jefe del partido en el poder y como ya “olió” el peligro que significa perder alcaldías, municipios y congresos en el Valle de México empezará a buscar y asegurar los votos que le permitan colocar desde ahora a su “delfín”, mejor dicho su “delfina” en zona de triunfo, sobre todo porque los resultados obtenidos recientemente modificaron el tablero en el que todas las mañanas coloca a sus alfiles, pero con mayor razón “la niña de sus ojos”.

Sea cual sea la razón de este cambio en el discurso y el coqueteo que López Obrador le lanzó al dirigente del PRI cuando cayó en cuenta que Morena y sus aliados no alcanzaron la tan ansiada mayoría calificada en el congreso federal, lo que se vislumbra para las elecciones de los próximos años, pero en particular la de 2024, es una “guerra sin cuartel”.

Lo único claro es que la lucha por la presidencia de México ya comenzó y vendrán nuevos enfrentamientos entre partidos políticos, nuevas alianzas y nuevas traiciones que serán capitalizadas por los que estén más adaptados a esta nueva normalidad política.

De igual manera seguirán las burlas y descalificaciones, ahora en contra de los que cursaron una licenciatura, una maestría o un doctorado y no solo contra los fifís, “conservas” y la prensa inmunda, porque lo más seguro es que “lo que se dijo en Oaxaca se queda en Oaxaca”, algo así como “lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”.

Por lo que respecta al retrovisor, solo habrá que agregar que textualmente dice “los objetos en el espejo están más cerca de lo que aparentan” y en cualquier momento aparecerá la clase media y esa no aplaude, castiga.

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