Con suma tristeza he observado a lo largo de mi vida, que infinidad de campañas surgen, se renuevan, se inventan o reinventan; reconozco que la mayoría con buenas intenciones. Tal es el caso, las de salud, de protección a los animales, o al medio ambiente. Y hasta las electorales. De estas, se obtiene la atención de algunos sectores de la población, para otras hay atención parcial y sin mayor trascendencia, en algunos casos más, a conveniencia, y en otros, en los que no hay el más mínimo interés por ellas. Solo de las electorales, creo en los hogares pareciera que ocupan un lugar preponderante y/o de honor en sus vidas.
Sin embargo, algo me preocupa y considero es en lo que nos debemos ocupar, refiriéndome a una verdadera campaña en pro de la familia, de sus valores, de sus antecedentes, y sobre todo de referencia a la vida, pues considero que hablar de familia sin hablar de la vida misma, es olvidarnos del lazo profundo que nos une precisamente como tal. Pues recordemos que en la familia también la vida implica nacer, desarrollar, envejecer y morir.
Un dato que leí hace días y que me hizo sorprender es que en nuestro gran Tlaxcala, el porcentaje de mujeres embarazadas a muy corta edad, se dispara de manera indiscriminada e increíble. Esto es realmente preocupante, pues el gobierno, la sociedad y los padres no estamos haciendo prácticamente nada por prevenir y solucionar este gran problema y por el que creo debemos generar verdaderas campañas tendientes a revertir tal fenómeno, y en las que se debe invertir tiempo, dinero y esfuerzo de manera pronta y con la intención de alcanzar el objetivo.
No quiero que mis líneas se tomen como una postura a favor o en contra de un tema tan importante y conflictuado como lo es el aborto. ¡No! Mi intención es llevarlos a la reflexión del por qué asistir, guiar y conducir a las menores en el desarrollo, manifestación y libertad de su sexualidad.
Considero prudente decir, que aun cuando existen familias, sin importar el tipo que consideremos, en las que se supone hay cariño, amor comunicación amor y respeto. Y en las que se habla de progreso, entrega y lucha, Se enfrentan a temores bien fundados por la ausencia de trabajo y por ende de su economía, la inseguridad y muchas otras cosas. Creo que una menor al adquirir ese compromiso, no solo debe tener un miedo mayúsculo, sino asumir su responsabilidad no solo por ella, sino por el bebé que va a traer al mundo, el cual no pide llegar. Y quien además, llega totalmente desprotegido y ávido de absolutamente todo.
Es importante tener una visión amplia de lo que cada niño y niña es para su familia, su sociedad y su país. Pues según mi experiencia, la familia es el lugar privilegiado para la transmisión de los valores políticos, éticos, morales, culturales y hasta ecológicos que le dan dirección a su vida, sentido a su actuar y felicidad a su destino. Lo que traducido significa: EDUCACIÓN, FELICIDAD Y ÉXITO. Recordemos que esos valores tienen que ser aprendidos a través del juego, de la observación cotidiana y la práctica constante de ellos.
En una familia, sin importar el tipo que sea, no somos simplemente cuates, compañeros, colegas, votantes, clientes o amigos: somos mucho más que eso. Somos una entidad en la que hay estabilidad, amor, vida y corresponsabilidad; un ámbito de intimidad donde nos amamos por lo que somos, no por lo que tenemos, pero siempre con la misma dignidad para todos.
Luego entonces, la reflexión no va encaminada a generar miedo por la vida, o por engendrarla. Sino simplemente establecer en un grito a los más jóvenes: que no se compliquen la vida ahora, que mejor la disfruten. Es claro que los hijos no son entes extraños que llegan a estorbar la felicidad de su madre y/o, y menos de sus tíos o abuelos que muchas veces terminan siendo los paganos. Al final de cuentas, depende inicialmente de la familia, y después de la sociedad promover ambientes favorables para las familias.
Para lograrlo, sé que no basta con buenas intenciones, ni la puesta en marcha de alguna campaña, o de la creación de alguna ley que promueva la conciliación de una vida familiar. Aquí lo primero que debemos hacer es crear una conciencia que realmente anime a fecundar hijos con ilusión de vivir y esforzarse para que otros también lo puedan hacer, no antes, no después. Solo en el momento justo en el que la pareja o la persona esté dispuesta a asumir el compromiso y la gran responsabilidad de ser padres, madre o padre. Porque eso también es Dar de sí, antes de pensar en sí.
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