La guerra moderna fue posibilitada por la ciencia y la tecnología. Las diferentes formas de matar rápidamente a grandes cantidades de personas, o de exterminar selectivamente a otras personas adquirieron, a partir del desarrollo científico y tecnológico, una dimensión que superó las imaginaciones más atrevidas.

El exterminio de millones de personas en los campos de concentración del nazismo fue una operación cuidadosamente planeada, y ejecutada con enorme precisión. Cuando los oficiales nazis llegaban a los domicilios de los judíos buscando a los que debían ir a los campos de exterminio no actuaban a ciegas: llevaban listas con los nombres de quienes vivían en cada lugar.

¿Cómo tenían ordenada una masa tan grande de información? Cuando los trenes que transportaban a prisioneros a los campos de exterminio, la coordinación era tan grande que bajaban a los prisioneros de los trenes y los dirigían directamente a las cámaras de gas, sin ninguna demora.

La proporción de la operación era tan grande que coordinarla requería un  enorme esfuerzo que hoy día se realizaría mediante el uso de computadoras, que no existían en aquella época.

Pero existía una manera de procesar información codificada en tarjetas perforadas, cuyo monopolio tenía IBM. Thomas J. Watson, presidente de la International Business Machines (IBM) tenía una enorme simpatía por el nazismo, y viajó reiteradamente a Alemania antes de la guerra y algunos dicen que incluso durante ella.

Deutsche Hollerith-Maschinen Gesellschaft (DEHOMAG) era el nombre de la sucursal alemana de IBM. Con entrenamiento y máquinas proporcionadas por la IBM de Estados Unidos se preparó en el soporte de tarjetas perforadas, toda la información para organizar las ejecuciones masivas.

La principal fuente de información para realizar esta columna ha sido la monumental obra de Edwin Black “IBM y el Holocausto”, Editorial Atlántida, 2001. Según Black IBM siguió colaborando con los nazis durante la guerra, incluso recibiendo pagos por sus servicios.

El camino a la muerte de millones de personas fue facilitado por la tecnología de la empresa IBM, plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo. Cada preso en los campos de concentración de los nazis tenía una ficha en forma de tarjetas perforadas. A los judíos les correspondía el  número 8, a los gitanos el 12, a los homosexual, el 3 y así sucesivamente un número para cada categoría en que estaban divididos los detenidos.

El camino a la muerte de millones de personas estaba registrado en las tarjetas perforadas de IBM. Los  principios por los cuales murieron millones no existían para empresas como IBM, porque no fue la única que colaboró con los nazis. Científicos y técnicos de los aliados trabajaron, consciente o inconscientemente para los nazis.

 

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