No cabe duda de que todo lo inimaginable está sucediendo. El mundo se convulsiona dejando al desnudo la realidad de sus sistemas gubernamentales y la fragilidad de los sistemas políticos que convergen en un mismo punto: La sed insaciable de poder.

Hasta hoy, viernes 15, día en que religiosamente envío mis columnas a la editorial, el Senado no se ha pronunciado respecto al Impeachment, o juicio político para destituir al presidente, lo que traería como efecto inmediato el cese absoluto de todas sus funciones La culpabilidad de Trump sobre los hechos, que además de desastrosos, se han calificado como una enorme humillación a la democracia de los Estados Unidos de Norteamérica, no debe quedar impune.

El mundo entero mantiene la mirada sobre los acontecimientos que seguramente serán de gran valor para la historia. Aunada a la pandemia que nos azota, particularmente nuestros vecinos del norte están compartiendo muchas similitudes con nosotros, comenzando por el presidente, los discursos de odio, el manejo de mentiras, un cinismo desbordante y la lucha implacable por mantenerse en el poder. La ventaja que ellos tienen y que los caracteriza como la nación más poderosa del planeta ha sido, sin duda, el respeto a la ley. Dentro de ese Capitolio, el templo de la democracia estadounidense, que fue violado, ultrajado y manchado, se escuchó rugir a la presidenta de la Cámara de Representantes: “Nadie está por encima de la ley, ni siquiera el presidente de los Estados Unidos” y sin duda Donald Trump tendrá que responder. La pregunta ahora es ¿Cuándo?

Los intereses personales de cada uno de los miembros de la clase política siguen aún superando el interés por la defensa del bien común. Los argumentos para que el Senado emita o no su veredicto antes de que Trump termine su mandato, versan sobre la opacidad que esto puede producirle al presidente electo Joe Biden, ¡el señor tiene derecho a vivir sus primeros 100 días de gloria al mando de los Estados Unidos! Por su lado, los republicanos que han marcado distancia, tras las nefastas decisiones y acciones de Trump, consideran la repercusión en sus carreras políticas al expresar el voto con el que se logre los 2 tercios que requiere el Senado. En la balanza se encuentra el escenario de no hacerlo, toda vez que se trata de un argumento más para continuar polarizando a un país, en el que los trumpistas se encuentran listos para lanzarse a una protesta armada en los capitolios de los 50 Estados de la Unión Americana, tal cual lo alertó la Oficina Federal de Investigación (FBI).

Definitivamente Donald Trump no se irá limpio. Tanto Demócratas como Republicanos entienden muy bien el significado y la veneración a la palabra ley.

Lo comprenden ellos y también los ciudadanos. La ley se ejerce, se aplica, se sanciona y se respeta, han sabido hacer de ella su mejor arma para el control, tanto de las instituciones que los rigen como de sus funcionarios. A la ley la respeta el presidente y el ama de casa, el congresista y el estudiante y cuando de manera deliberada deciden ir en contra de ella saben que la fuerza de su sanción será implacable. Tan sólo habrá que seguir observando cuidadosamente el semblante de Trump en estos días ¡sabe la que le espera! Los Estados Unidos no están dispuestos a que un desquiciado hambriento de poder intente mutilar el pasado, borrar la sangre, manchar la memoria de quienes a su paso fueron forjando la Nación que ha logrado ocupar un lugar en la historia universal.

Los mexicanos se preguntan con cierto temor si nos pasará lo mismo, si esas historias dantescas que nos dejaron las imágenes del asalto al Capitolio podrán suceder aquí. La respuesta es NO, no podrán suceder porque ya sucedieron, han sucedido y seguirán sucediendo mientras se continúe andando por el camino errado de la corrupción y la impunidad; la mentira y la traición; el odio y la polarización.

Recuerde, estimado lector, las imágenes de la turba encolerizada que quemó las puertas de Palacio Nacional en el 2014, exigiendo regresar vivos a los 43 estudiantes de Ayotzinapa. ¿Acaso en algo se alteró el curso normal de las cosas en México? ¿Por qué debería de ser diferente hoy?

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