La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1990 considera al suicidio y otras lesiones autoinfligidas como la quinta causa de enfermedad en el mundo entre los 15 y 44 años, en 2004 estimaba que más de 500,000 personas se suicidaban al año. En 2020 para la población entre 15 y 29 años es la segunda causa de muerte; 800,000 personas en todo el mundo se quitan la vida.

Cifras en la capital poblana

Se han consumado 15 suicidios en 2021, todos del sexo masculino, dos por ingesta de sustancias, 13 por ahorcamiento. En 2020 fueron 197 suicidios, 165 hombres, 32 mujeres; de estos 122 por ahorcamiento, 74 por ingesta de sustancias como psicofármacos, líquidos limpiadores y monóxido de carbono, uno por arma de fuego. Debemos puntualizar que el fenómeno abarca la ideación suicida (pensar y desear), el intento suicida (conducta sin resultado de muerte) y el suicidio consumado, ante esta consideración las cifras son preocupantes.

Factores

Señalar a la pobreza como un factor de riesgo al suicidio es inconsistente, son los países industrializados los que poseen las tasas más altas; por otro lado, actualmente los suicidios se presentan en edades más tempranas como la adolescencia e infancia, etapas del desarrollo en las que, se supone, las ganas de vivir son intensas; entonces un análisis contextual es lo conducente. Edwin Shneidman, consideraba al suicidio como la resultante de las dinámicas comunitarias sobre el individuo, si retomamos esto podemos explicar el suicidio como consecuencia de emociones aflictivas instaladas a lo largo de las generaciones, valores negativos que favorecen la idea de “darse muerte a sí mismo”.

Son muchos los factores de riesgo que construyen una identidad vulnerable al suicidio, sin embargo el común denominador es el discurso sobre la vida que se va gestando en cada familia, la tendencia a enfrentar los problemas con soluciones fantasiosas, asumir que la vida es mejor sin pensar mucho, preferir lo lúdico de la vida que la seriedad que esta conlleva no permite la transición a una personalidad resolutiva; los ambientes violentos en que transcurre la vida de niños, niñas y adolescentes, la presencia de video juegos peligrosos, las narco series con ideas implícitas de vivir el aquí y el ahora mostrando como ejemplo de vida a personajes rodeados de riqueza, poder e impunidad; de esta forma la idea de la vida ha perdido valor en nuestra sociedad.

Para el psicoanálisis lacaniano, es en el discurso familiar donde se define como asumirá la vida cada integrante. Este enunciado nos dice mucho sobre la crianza, la forma en qué le hablamos a la niñez sobre el progreso, la educación, los proyectos de vida, el lenguaje que les transmitimos con nuestras acciones adultas.

Uno de los componentes de la personalidad suicida es la depresión, esta analizada en pacientes, arroja hallazgos de un origen transgeneracional; es decir, muchos de los individuos depresivos experimentan una depresión del padre o la madre que a su vez hicieron lo mismo, a veces esta forma de asumir la vida ni siquiera es de ellos, es una lealtad al sistema familiar.

En las tentativas de suicidio el individuo hace un reclamo, es una convocatoria al Otro, para que dé respuesta, la ignorancia nos ha hecho definirlo como “alguien que solo llama la atención” cuando en realidad es una manifestación generacional de ausencia de arraigo; la violencia verbal, psicológica, física y sexual, cualquiera de ellas establecida en las familias hace que la vida sea desvalorizada, por esta razón el fenómeno es de relevancia, es un asunto social.

La pérdida de un familiar por suicidio rompe a las familias para siempre y deja un riesgo latente en las generaciones venideras pues ya está habilitado en la familia poder quitarse la vida. El análisis preventivo en personas con ideación suicida puede cambiar el rumbo favorablemente. Contáctame si lo requieres.

Facebook: Abigail Baez

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