Por: Mtro. Juan Ernesto López Martínez
Chuy estuvo a punto de morir. Él es mi hermano y vive en Aguascalientes. Esa experiencia y otras razones nos llevaron a hacerle una visita. Pusimos como pretexto cosas que ni al caso, como aprovechar unos boletos de avión que la pandemia dejó pendientes de usar y el puente del 5 de mayo que se aproximaba. Un fin de semana largo, con puente incluido, dio la oportunidad de visitar por varios días. Las excusas pueden ser muchas y variadas. Lo cierto es que la cercanía con la muerte me movió a reflexionar y actuar.
No solo lo hice por él. Me he preguntado muchas veces por qué tenemos que esperar una situación límite como esa para que surja el interés por resolver. Resolver la vida es lo que está en el fondo. Los seres humanos nos sentimos inmortales. Sentimos que estamos muy lejos de que el tiempo se termine en nuestras vidas. No nos damos cuenta de que en un parpadeo todo se acaba: el tiempo, el espacio, la vida, la familia, todo.
Chuy es el hermano número 8 de una serie de 10 hijos concebidos por mi madre. Él es médico y trabaja en el Centenario Hospital Miguel Hidalgo de la ciudad.
La visita a mi hermano fue más que una visita de enfermo. Mi hermano está muy bien y recuperado. Después de semanas intubado en el hospital, en muchos momentos cerca de morir, él está en excelentes condiciones. Aunque, en el umbral de importantes decisiones. Después de haber librado el COVID, a Chuy le toca afrontar sus inesperados efectos no deseados: el diagnóstico de incapacidad total, el retiro obligado y la jubilación. Fue una visita donde surgió el tema del sentido de muerte y del sentido de vida.
Más que unas vacaciones, o descanso de fin de semana, se trató de experimentar la convivencia con alguien que te recuerda el origen familiar. Reconstruyes, recuerdas, reubicas, encuentras sentido, recompones, resuelves. Cuando esto incluye alguien que tocó a la muerte de cerca debe ser algo que en absoluto sana, revive.
Fueron solo 4 días, pero llenos de confrontaciones y comparaciones. En absoluto desconocíamos, mi esposa y yo, la forma de vida de Chuy y su familia. Habíamos estado en la ciudad, asistido a algún festejo familiar, a la boda de su hija, pero nunca habíamos estado hospedados en su casa. Esto era una novedad. Así que, reconocí en mi hermano y en su casa, algo de lo que me llevó a ser como soy.
Yo no entiendo las comparaciones. Yo no puedo con las comparaciones. Estoy seguro de que muchos quienes leen esto estarán de acuerdo conmigo. Pero ¿cuántos logran evitar hacerlas? Yo mismo no pude evitar ver que Chuy tiene mucho que yo quiero dejar de ser. O mucho de lo que he querido dejar atrás. Dejar pasar no significa olvidar.
Las comparaciones no faltan y en esta visita tampoco faltaron. La familia de mi hermano y la mía, no omitieron ver y mencionar nuestras características para cotejar una con otra. ¿Por qué hacemos eso? Quisiera tomar esas observaciones como herramientas para hacer algo. Evito desechar lo que me dicen de forma inmediata y sin pensar.
El principal referente de nuestra infancia fue la pobreza. Cada uno de nosotros procuramos resolver de algún modo. Cada cual, con las herramientas adquiridas en la vida, con la profesión estudiada. Pienso que ninguno fue mejor que el otro. Chuy hace lo suyo y tiene una experiencia que pocos, no solo los hermanos, tenemos: estar cercano a la muerte.
Chuy tiene claro que vinimos de una familia pobre y vivimos muchas carencias. Con sus posibilidades económicas actuales, sin duda trata de evitarlas y resolver la vida a su modo.
Tenemos el mismo origen, pero nos apropiamos de las cosas de modos muy diferente. Él se queda a estudiar en la ciudad donde nacimos, bajo el cuidado y atención de mi madre y de mis hermanas. Fue solo para estudiar la especialidad que salió de casa de mi madre. Yo salí a los 18 años y nunca más regresé.
Chuy me compartió una serie de sueños o alucinaciones experimentadas durante su enfermedad. Algunas muy extrañas. Todas llenas de elementos personales de vida. Pueden tener muchas interpretaciones. La más valiosa para mí, la valentía para hacer un recuento de ellas y recordarlas. Enfrentarlas.
Me es imposible lograr algo para él a partir de su experiencia. Lo que puedo hacer es para mí. Aunque no fue en sentido absoluto mi vivencia, en alguna medida me dejó algo: el sentido de vida y el reencuentro visitando a mi hermano y su familia.
Si estoy cierto que algo cambió en mí, con mayor razón en Chuy que estuvo a punto de morir.
El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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