Salvador Franco Cravioto
Un mísero fin para todas las legislaciones antimigratorias. En el origen siempre, el mismo problema: el exceso de población. Los pobres del mundo son ya cinco veces más numerosos que los ricos y si nada cambia muy pronto llegarán a ser diez veces más
Giovanni Sartori, La Tierra Explota, Superpoblación y Desarrollo
Con o sin Covid, los países ricos siguen contaminando y los pobres multiplicándose, ambos estratosféricamente. Ese es el dilema ambiental de nuestro tiempo. ¿Será por este tipo de contradicciones que Einstein concedió probabilidad de infinita a la estupidez humana? Pasan cumbres de líderes mundiales y sin combatir la enfermedad sino los síntomas, el problema se agrava; las crisis climáticas siguen de mal en peor y las políticas de sustentabilidad implementadas por los políticos de la gran mayoría de los países, o bien son un engaño, o han sido esfuerzos mal pensados, parciales o insuficientes.
¿Seguirá existiendo el riesgo de adoctrinar en vez de educar? Si, y en mayor o menor medida en todos los pueblos del mundo, hasta en tanto no aspiremos una educación no ideológica sino libre, plural y multicultural que pudiera ser salvadora y esperanzadora, convencida a sí misma de la necesidad del perfeccionamiento del llamado “desarrollo sostenible” como una premisa global; un proceso sobre el cual debe conseguirse un equilibrio entre el crecimiento económico, medioambiental y humano a partir de una base real y posible que sí pueda ser sustentable.
No se requiere de ser futurólogo para prever escenarios posibles: al ritmo actual de expansión claramente insostenible de la superpoblación, podría -antes de un siglo- no haber feliz término para nadie; las próximas generaciones podrían estar viviendo una realidad muy distinta y poco afortunada ante un crecimiento que hoy parece imparable, absurdo e infinito hasta el final de nuestra especie y de cientos de miles otras. Si decidimos mantener inconscientemente nuestros actuales estilos de vida, continuará el deterioro de la Madre Tierra que nos ha dado origen: un mundo natural tendiente a desaparecer.
Ya es hoy una contrariedad el abasto de agua, alimentos y servicios públicos para mucha gente, en un planeta desgastado al que no se permite recuperarse. Pareciera que de nosotros mismos depende si nuestra extinción se da en cien, en trescientos, o en miles de años; si evolucionamos para contarlo o si, como anhelaría Stephen Hawking, miramos a las estrellas y no a nuestros pies y logramos colonizar nuevos mundos que prolonguen nuestra supervivencia.