Si Peña Nieto se siente acorralado imagínese usted, estimado lector, el pánico que deben sentir

todos los que participaron de forma cercana a lo que fue su gobierno, símbolo de la corrupción y el

desfalco. El gobierno más corrupto en la historia de México, según los analistas y especialistas en el

tema, encabezado por un funcionario que TAMBIÉN supo capitalizar la ignorancia de un pueblo, que

votó por él por guapo, haciéndonos partícipes del sueño de las doncellas y de las que no lo eran

también, llevando a su amada actriz de telenovelas al altar. Total, en esa época, el país crecía, nunca

como todos desearíamos, pero económica y socialmente no estábamos tan mal. Ante el

conformismo que vivíamos, un poco de ilusión televisiva seguía nutriendo nuestra ignorancia y

aplaudimos con frenesí la llegada del guapísimo Peña Nieto.

De todos es sabido que en México, desde mucho tiempo atrás, el abuso del poder y el sangramiento

del erario público en beneficio de partidos, grupos exclusivos y amigos ha sido el pan nuestro de

cada día. Hemos sido testigos, desde antaño, de la forma en la que los funcionarios públicos se han

hinchado de dinero a costa del erario, abusando de él en viajes, comidas, enseres personales, gastos

infructuosos, lujos y demás consumos exorbitantes y estrafalarios que más que avergonzarlos,

pareciera que los enorgullecen por su excelso manejo, siempre sin límites y sin que existiera a quién

dar cuenta de los mismos, de no ser la figura presidencial, pero si esta se encuentra tan inmersa en

un idéntico escenario y señala la línea para ser secundado, entonces no nos asombra que

prácticamente la mayoría del sistema político se encuentre igual, el cual, para seguir alimentado su

desmedida ambición tiene que crecer de manera paralela, arrasando con el sector empresarial,

educativo, de salud, vivienda, etc. ¿Cuántas veces ha escuchado usted, estimado lector, la codicia de

algunos por verse vinculados con algún sector del gobierno? Todos sabemos que el jugo que

obtendrán por su participación siempre lleva una dosis de reserva. Existen múltiples maneras de

aprovechar alguna posición y beneficiarse, siempre beneficiando a otros, a través de contratos, por

ejemplo, y siempre amparados con facturas que todos sabemos se cobran a la larga.

El presidente tiene razón al decir que “cuando se reparte mal el botín, hay motín” y fue muy astuto

en terminar su frase diciendo que las acusaciones vienen desde el mismo bando. Lo que queda en el

aire, es saber si no se ha dado cuenta que ahora, su bando, se encuentra conformado por todo aquel

detrito que saltó del barco al darse cuenta que, de permanecer en sus partidos, pocas oportunidades

tendrían para continuar con sus carreras políticas, y no me refiero exactamente a la función que

como tal los colmaría de la experiencia que nadie duda es de vital importancia para llevar las riendas

de un país o, al menos, de desarrollar eficazmente sus funciones, sino a los beneficios económicos

que se obtienen cuando se logra una posición dentro del engranaje político.

Llegar a ocupar un puesto político de tal envergadura, como la mismísima presidencia de la

República, lleva a cuestas una larga cadena de favores y compromisos, de negociaciones

subterráneas, de secretos, de cuentas que a la larga se deben de pagar o cobrar, según sea el caso.

Hoy AMLO se siente muy seguro al agitar y hacer hervir a todo el sistema que lo coronó a él,

encontró el camino por el que saca provecho incitando al rencor y a la vez lanza frases de

hermandad con las que invoca por el olvido de la venganza. Dicho de otra forma, intenta quedar

bien con Dios y con el Diablo. Y para seguir con la tónica del dicho popular, les dejo uno que habrá

también que recordar: “El que atiende a dos amos, con uno queda mal”.

Hoy, dentro de uno de los capítulos de la historia que nos está tocando vivir, se antoja ver tras las

rejas a un expresidente redimiéndose ante la sociedad de la que vilmente se burló, AMLO está

abriendo la puerta del oscuro e impenetrable pasillo, sellado por pactos políticos. ¿Será que al

rasgarla el vórtice sea tan grande que pueda arrasar incluso con él?

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