En México se cuentan por miles las personas que peregrinan por recuperar los cuerpos de sus seres queridos, sean los desaparecidos, las víctimas del crimen o delitos violentos, las mujeres que mueren por homicidios dolosos o feminicidios, los infantes… vivimos con la muerte a cuestas.

No han sido aislados los casos en Juárez donde a las madres de las muertas se les entregan apenas unas bolsitas con un unos huesitos o un pedazo de sus hijas. Ahora la emergencia sanitaria por COVID-19 y lo pasado en el hospital Las Américas la semana pasada nos deja en claro lo que podemos llegar a hacer por recuperar los restos de nuestros seres queridos.

Desde tiempos neolíticos las tumbas, los lugares de reposo de los muertos, han sido un sitio especial de reverencia y culto. Todas las culturas tienen sus ritos y formas de disponer de los que ya no están en vida con nosotros. Las pirámides de Egipto, El Valle de los Caídos, los ritos funerarios de Moctezuma. La Reina Roja, las momias del Perú. Las incineraciones vikingas. Todos rendimos culto a los que fueron parte de nuestras vidas y los ponemos en un lugar especial cuando ya no están en este plano.

Por desgracia son muchos los cuerpos que no encuentran el reposo ante sus familiares, no solo por la pandemia, sino porque hay miles de cuerpos que simplemente no aparecen o no son identificados. La misma Antonieta Rivas Mercado, una de las damas de sociedad y mecenas e intelectual más importantes del siglo pasado de nuestro país, fue a dar a una fosa común en Francia cuando su familia dejó de pagar sus cuotas funerarias. Los millones de víctimas del holocausto sufrieron la misma suerte en la segunda guerra mundial y en todas las guerras.

Los procesos del duelo son variados y la primera parte es la negación, la ira, la frustración. Las personas que irrumpieron en Ecatepec atacando personal médico y de vigilancia tenían 5 días pidiendo informes sobre sus familiares y el nosocomio incumplió en las formas de informar y tomar medidas para que eso no escalara a una revuelta. Pero la respuesta social no ha sido la apropiada. Considerarlos bárbaros o simios o chakas o cualquier término denigrante no es lo consecuente.

Durante la guerra de Troya el mismo rey Príamo cruzó las líneas del enemigo para recuperar el cuerpo de su hijo Héctor para darle los ritos funerarios y se le concedió. Toda la tragedia de Antígona está basada en la imposibilidad de enterrar en forma a su hermano. Los que entraron al hospital Las Américas no tenían otra salida porque no se les brindaron vías civiles de hacerlo. No porque sean barbáricos o inferiores, sino porque el hospital careció de formas, personal y medios para mantener a la familia informada, por las causas que estas fueran.

Durante un proceso mortuorio se le pide a un familiar designado que reconozca el cuerpo en cada una de sus etapas hasta llegar al crematorio y certificar que efectivamente las cenizas que se entregan pertenecen a esa persona. Esto tampoco se respetó. Los memes, los comentarios en redes, las comparaciones clasistas y racistas que se han dado a partir de entonces deja muy mal parado a lo que somos como sociedad. Atacar a los enfermos en cuarentena, al personal de la salud, a los que han tenido contacto con personas infectadas, surge del miedo, claro, pero no de la racionalidad, ni la empatía ni el más mínimo sentido común.

Nos deja como una sociedad que regresa por mucho a siglos pasados donde unos son más que los otros por el hecho de ser más blanquitos, más pudientes, más letrados, más lo que sea y no respeta los fundamentos básicos de nuestra constitución que establece que todo ciudadano es igual ante los ojos del Estado. Todos jugamos un papel dentro de nuestra sociedad, desde el núcleo del hogar hasta el macro del electorado. Se viene esta semana que será la más crítica ante la contingencia de salud y no podemos caer en la anarquía y el salvajismo. Las teorías conspirativas que son una salida ridícula ante un problema que es real y nos afecta a todos. El riesgo es generalizado y la única posibilidad de controlarlo es manteniendo la sana distancia, usar el cubrebocas y todas las medidas de seguridad que se han mencionado ya durante semanas y mantenernos en casa lo más posible.

La pandemia no termina aquí. La pandemia va a seguir con nosotros durante meses todavía y sus consecuencias serán generalizadas. El único granito de arena que podemos hacer es mantener la calma, guardar la cordura, tomar precauciones y #QuédateEnTuCasa.